martes, 26 de julio de 2011

FIB 2011 (Jueves)


14, 15, 16 y 17 de Julio han sido los días escogidos este año para albergar lo que sin duda ha sido un gran festival. Benicássim se ha convertido, otro año más, en el punto de encuentro de, ni más ni menos que 50.000 personas. Jóvenes y no tan jóvenes se han reunido cada uno de estos cuatro días alrededor de los escenarios, exaltados por la fiebre del verano, las ganas de fiesta y, sobre todo, de música.

Todo comenzó el jueves, y los encargados de dar comienzo al FIB 2011 fueron The Spires. La banda británica actuó con gran empeño y dedicación, dejándonos una actuación muy buena, aunque no demasiado original.

Russian Red, por su parte, se subió al escenario para deleitarnos con su impecable voz y la dulzura que le caracterizan. No obstante, a la joven madrileña Lourdes Hernández le faltó dinamismo e interacción con el público.

Ya dadas las once de la noche fue el turno de Dorian. Los catalanes supieron mantener al público entregado desde el mismo comienzo de su debut. Marc y los suyos tuvieron un directo impecable, alternando canciones de sus diferentes álbumes de estudio y sin olvidarse de algunas tan míticas como 'Cualquier Otra Parte', 'Paraísos Artificiales', 'La Tormenta De Arena' y 'Verte Amanecer'

Una vez se hizo del todo de noche (¡por fin!) fue el turno de Crystal Fighters. La banda anglo-navarra hizo moverse hasta a aquellos rezagados que ya estaban tirados por el suelo. Con esa fusión musical electrónica capaz de abarcar tantos y tan distintos instrumentos lograron dejar, en mi opinión, uno de los mejores sabores de boca del primer día del festival. Qué más decir de ellos... enormes.

Lo de The Streets sí que fue un espectáculo comprometido del todo con el público, al cual se animó durante toda la actuación y con el cual selló un hasta pronto lanzándose, sin pensárselo dos veces, a sus brazos. 

Pero, sin duda, el broche de oro de la noche lo puso Pendulum. La banda encabezada por Rob Swire sabe perfectamente lo que se hace. Ante una multitud agolpada y expectante supieron desarrollar su actuación sin un solo altibajo. No sabría decir cuánto duró su presencia en el escenario ni con qué canción terminaron, pero lo que sí sé es que todos los allí presentes no paramos de saltar ni un instante, permitiéndonos respirar entre salto y salto, y atisbando, a duras penas, el continuo juego de luces, que, por cierto, fue espectacular. Lo que sé es que supimos vivir su música como si la tuviéramos dentro.

No podría haber sido una mejor manera de terminar la noche; una noche tras la que hubo agujetas, moratones y sudor, al más puro estilo festivalero.

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